El habitante mediocre no creía en las consecuencias.

"Obviaba con un leve desdén cada advertencia. Así fue creciendo llamado a ser un lider mundial. El emperador de los mediocres en el reino de la normalidad incoherente." (Exodo 3, 10)


Vértigo


Sentada en una silla negra junto a un desconocido, esperó, cuanto espero ultimamente, se pregunta mirando al frente, y quizás lo importante no es cuanto, si no porqué. No sabe si existe razón alguna para esa letanía, para ese eje marcado que no puede disipar, por mucho que se sacude la pobre niña, no puede alejar de si.

El desconocido no se percata, no la presta atención. Ella hambrienta saca de una bolsa de papel un croissant, se lo compró por gula, para detener el nudo, le gusta comerse los croissants partiéndoles las patas, como si fuera un cangrejo, y para el final el centro, tierno, pegajoso.

Se le queda pegado en los dedos.

Sentada en una silla negra junto a un desconocido, piensa en lo bien que saben algunas cosas, en lo sencillo que es encontrar algo bueno. Y lo difícil que es encontrar algo sencillo. Mira al extraño que lee un periódico en chino, pero el no es chino. Mira las páginas con atención, pero ella se percata de pronto que es siempre la misma página, no las pasa.

El hombre no se molesta por que ella esté cerca, no se molesta por que ella lea la misma página, no siente nada, pero ella sabe leer chino y quiere que el hombre pase la página. La noticia no acaba, hay más en la siguiente página.

Unos niños estaban jugando a ser mayores, a ser importantes, se dedicaban a tomar decisiones que cambiarían el mundo. Un día tomaron una decisión muy importante, incumbía a todo su pueblo, a toda su gente. Los niños divertidos se reunieron en cumbre, y votaron, y votaron si, y aprobaron la nueva norma, la ley. Contentos lo celebraron, estaban todos de acuerdo, aquello merecía una fiesta, el consenso. así que organizaron la fiesta y decidieron ir a nadar al río. Quedaba lejos de su pueblo. Pasaron muchas horas allí. Cuando volvieron ya no había pueblo...

No podía contener las ansias de saber que había pasado, pero el hombre no iba a cambiar de pagina jamas. No podía hacer nada mas que resignarse, y recordar el sabor del Croissant. Que bien saben las cosas sencillas.