En el mundo de los ojos brillantes existe alguien que los tiene secos, ese alguien mira timidamente siempre para que nadie se percate de que sus ojos se desgastan en cada parpadeo, en el mundo de los ojos brillantes no existe el colirio, y ese alguien desesperado tiene que acudir a bajas formas para conseguir tan preciado elemento, que le exime, le salva por horas de la enfermedad de la mirada baja, de la cabeza agachada.
Y cada lágrima que sale de su ojo la guarda en un pequeño bote, en el que un día pegó un papelito amarillento, en el cual con bolígrafo azul escribió la palabra lágrima, la escribió en singular, aunque en el interior se unan años de esfuerzo, la escribió de esa manera por que al final, cada gota ahí contenida responde al mismo sufrimiento, al mismo pesar, lo cuál un día le llevó a pensar que se trataba solo de una misma lágrima partida en pequeños fragmentos que afloraban solo en los instantes mas pesadumbrosos, en los desesperados momentos de melancolía asesina, que le hacían perder la razón.
Mientras los propietarios de los ojos brillantes despreciaban las lágrimas por su abundancia, ese alguien tenia el cuidado de mantenerlas en un lugar reservado, a la temperatura adecuada y bajo llave. Ojos brillantes y claros que se inmiscuían en sus ojos oscuros, secos e irritados buscando lo extraño, entendían que había lago distinto en ellos, pero no sabían describirlo. Él bajaba la mirada y una vez más hablaba para su propia camisa, no se hacia explicar preocupado por resultar descubierto. Esquivó durante años a cada uno de los ojos claros brillantes ininteligibles que le miraron, verdes, azules, miel, grises, todos cuestionando el negro de los suyos, ¿Como algo hecho de luz puede ser tan oscuro? ¿Como algo hecho de agua puede ser del color de la tierra mas profunda?
Ese alguien se reflejaba a si mismo en sus propias pupilas y cada vez que se enfrentaba a este ejercicio producía una lágrima, una sola que dejaba rodar por su mejilla, sintiendo el abrasador paso de las impotencias. Hasta llegar a su mentón surcado, allí la recogía en su bote con papel amarillento, escrito con bolígrafo azul. Vacío después del esfuerzo catársico de enfrentarse a sus dolencias se dormía bajo el telón rojo de sus párpados y descansaba en un mundo de ojos oscuros, no inquisidores y se rendía a la libertad de ser libre entre sus iguales.
Ese alguien falleció el 22 de Abril tras una revuelta con una pandilla de ojos amarillo-azulados. No soportó más su situación y decidió quitarse la vida dejando caer sus sueños desde lo alto de un edifico. Saltó y mientras volaba miró al mundo desde arriba, y la tristeza que le supuso, le lleno los ojos de lágrimas, así, murió con los ojos brillantes y húmedos.