El habitante mediocre no creía en las consecuencias.

"Obviaba con un leve desdén cada advertencia. Así fue creciendo llamado a ser un lider mundial. El emperador de los mediocres en el reino de la normalidad incoherente." (Exodo 3, 10)


Buenas tardes, por favor, ayudenme!



Me he sentado en un banco, me he detenido a sentarme por que he descubierto que no tenía prisa, caminaba rápido por inercia, la inercia de la cuesta, del descontrol. Una vez sentada he olido el tiempo, me ha sabido a olvido. Preocupada he mirado a cada uno de mis lados, primero a la derecha y finalmente a la izquierda, para cerciorarme de que era verdad, de que me encontraba sola, sola, sola, sentada en un banco.

Ha pasado a mi lado un perro, no aquel que perseguía estrellas, que quizás, solo quizás, podría haberme hecho un gesto con su hocico para seguirle, no, no era de esa clase de perros, era uno de esos que no te dice nada, que no te mira, no te olisquea, no te nota. Por que ya no nota, o por que ya no quiere notar. No le voy a obligar, lo dejé pasar de largo, lo ignoré, mirándolo de reojo, lo ignoré consciente de su presencia. No sirvió mas que para que se quedara grabado en mi, doblando la esquina del parque, por que en aquel parque había esquinas, y desde el banco donde estaba sentada yo veía una, de reojo lo vi marchar, con la cola baja, con la vida ida, con el hocico hundido.

Me he despedido de él y me he odiado por desear que me hubiera mirado, por querer que me hubiera ignorado conscientemente. Pero quien sabe como te ignora el que esta frente a ti, la cara de ignorar, la imagen de ignorar, el gesto, la pose, varía, no se asemeja la una a la otra, no hay dos iguales, así es como se esconde y no te otorga la satisfacción de sentirte admirada. En silencio, de reojo.